21 diciembre 2008

El tamaño de la naturaleza humana


El otro día recibí un regalo que me hizo mucha ilusión, Los viajes de Gulliver. De inmediato comencé a leerlo, y me sorprendí al comprobar que este librito es mucho más que un cuento infantil. No diré demasiado porque no me gustaría desvelar más de la cuenta, pero sí que quiero transcribir aquí un fragmento que me hizo pensar. Cuando Gulliver llega tras mil aventuras y peligros al Palacio Real de Brobdingnag (el reino de los gigantes), y se sienta a comer frente al monstruoso príncipe, se dice lo siguiente:

"A este príncipe le encantaba conversar conmigo, preguntándome sobre las costumbres, religión, leyes, gobierno y cultura de Europa, de las cuales yo le daba las mejores explicaciones a mi alcance. Su perspicacia era tan clara y su juicio tan exacto que hacía sabias reflexiones y observaciones sobre todo lo que decía. Pero debo confesar que, tras haberme excedido un tanto hablando de mi amado país, de nuestro comercio y nuestras guerras por tierra y por mar, de nuestros cismas religiosos y de nuestros partidos políticos, los prejuicios de su educación pesaron tanto en él que no pudo evitar cogerme con la mano derecha y, acariciándome suavemente con la otra, después de haberse reído lo suyo, preguntarme si yo era whig o tory. A continuación, volviéndose a su primer ministro, que estaba detrás de él con un bastón blanco, casi tan alto como el palo mayor del barco insignia regio, señaló cuán despreciables eran las grandezas humanas que podían ser imitadas por un insecto tan diminuto como yo; y sin embargo añadió: "Me atrevería a afirmar que estas gentes poseen títulos y distinciones honorables, idean nidos y madrigueras que denominan casas y ciudades, se preocupan del vestido y los carruajes, y que aman, luchan, ríen, engañan y traicionan". Y así continuó mientras mi rostro enrojecía y palidecía de indignación al escuchar cómo nuestra noble nación, señora de las artes y las armas, azote de Francia, árbitro de Europa, sede de la virtud, la piedad, el honor y la verdad, orgullo y envidia del mundo, era tratada con tanto desprecio".

Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver