19 septiembre 2008

El hombre, un animal egoísta


Al principio de todo, cuando los hombres todavía no tenían pleno conocimiento de sus propias cualidades y límites, sucedió algo que cambió el orden de las cosas. En torno a la hoguera, que todos veneraban, se alimentaban noche tras noche aquellos seres salvajes, golpeándose los unos a los otros para poder mordisquear un poco a la criatura del campo que habían capturado. Desde lejos, vistos desde la total penumbra, e iluminados furiosamente por el fuego, se hubiera podido asegurar que todos ellos eran iguales. No lo eran. De entre todas esas bestias salvajes, que se pegaban instintivamente por un poco más de carne, había uno que simplemente observaba. Mientras todos agitaban velozmente sus extremidades removiendo la tierra y haciendo saltar por los aires algunos trozos de ramas secas y hierbas que rodeaban al fuego, en silencio esperaba aquel personaje singular, tan peludo como el resto de sus compañeros, pero infinitamente más inteligente. El primer hombre pensaba. La quietud, el reposo, la observación o la meditación, eran caracteres humanos que hasta ese momento no habían tenido lugar en la tierra. Tan sólo él, el primero, fue quien, sin abalanzarse sobre la comida como un perro salvaje, supo contener sus instintos más primarios y esperar al momento más adecuado para enseñar su situación en el grupo. Fue cuestión de segundos, todos aquellos seres impulsivos acabaron sintiendo la presencia del superior, y cuando sucedió esto, todos intentaron imitarle, permaneciendo quietos, expectantes, atemorizados. La carne, tirada en el suelo, medio cruda y mezclada con las piedras, ya no tenía ninguna importancia. Sólo él, el extraño, aquel que les miraba con expresión en la cara, con la mirada del que observa y recoge, era el centro de atención. Desde aquel momento, el hombre comió el primero, y cuando se hubo saciado, comieron los demás. Y cuando en una jornada de caza el grupo se encontraba con otros seres semejantes en mitad del campo, estos se unían, subordinados al hombre pensante. En poco tiempo, el grupo se amplió mucho, y consiguió multiplicarse una y otra vez, a las órdenes del señor. Ese fue el origen de nuestra especie, así empezó nuestra historia, con la aparición de la criatura inteligente y egoísta.



"La motivación más importante y fundamental del ser humano, como de los animales, es el egoísmo, es decir, el ansia irrefrenable de existir y llevar una vida agradable. (...) El egoísmo está conectado, e incluso se identifica, con el núcleo más íntimo y esencial de los animales y el hombre. Por eso casi todas las acciones humanas proceden del egoísmo, y siempre se debe comenzar por éste cuando se trata de explicarlas; como también está en la base del cálculo de los medios por los que se puede inducir a los hombres a perseguir determinados fines. El egoísmo, en sí mismo, no conoce fronteras. El ser humano desea preservar su existencia a toda costa; estar absolutamente libre de dolores (incluyendo entre éstos las carencias y la pobreza); obtener la mayor suma de bienestar posible; y disfrutar de cualquier placer que pueda sentir, incluso desarrollar dentro de sí nuevas formas de experimentar placer; todo lo que se opone a su egoísmo despierta su animadversión, su cólera y su odio, e intenta aniquilarlo como si se tratase de un enemigo. Quiere, hasta donde ello sea posible, disfrutar de todo, poseerlo todo; pero como esto es imposible, al menos aspira a gobernarlo todo: "¡Todo para mí y nada para los demás!", he ahí su consigna. El egoísmo es colosal y se erige por encima del mundo."

Arthur Schopenhauer. El arte de insultar.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso nos pasa hoy con el resto del mundo, como todos somos pensantes, subrdinamos a todo lo que se nos cruza, se nos ha subido el poder a la cabeza y ahora nosotros mismos nos destruímos.

El hombre es malo por naturaleza y eso no excluye ni a sus semejantes.

Un saludo.

Lobita Esteparia dijo...

Todo pensamiento del hombre obedece a una necesidad, un deseo, un sueño, un anhelo, a una duda. La necesidad sería el instinto básico y una vez cubierto este, sinceramente me niego a creer que todo sea egoismo...UN saludo.

Anónimo dijo...

No todas las personas son iguales...si no no existirían las ONG, o tantas personas que han dado su vida por el bienestar de los demás.Afortunadamente...

Alfonso White dijo...

"Tanta es la distancia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que quien prefiere a lo que se hace lo que debería hacerse, más camina a su ruina que a su consolidación, y el hombre que quiere portarse en todo como bueno, por necesidad fracasa entre tantos que no lo son, necesitando el príncipe que quiere conservar el poder estar dispuesto a ser bueno o no, según las circunstancias".

¿Quién pudo decir algo así?

Lobita Esteparia dijo...

Suena a mente maquiavelica...

MBI dijo...

Yo llevo mi egoísmo con humor, sorteando el fatalismo moral y...
lo único que me choca es que los demás... no siempre le encuentran la "gracia".

Paciencia... es cuestión de engranage...